venres, 11 de outubro de 2013

Igual

Igual cambio la muerte voluntaria por un espíritu aventurero. De estos en los que sentir el frío de la mañana en la montaña, la velocidad de la moto, sobrevolar el mar demasiado bajo, te dan ganas de estar ahí en ese momento. Estar como si fuera lo primero. Ser como último estado. El cuerpo responde, la cabeza desaparece. Igual mientras uno espera a que los que quiere se mueran, se puede pasear  entre los árboles, tocar el terciopelo de los pétalos de las flores -no volver a cortar ninguna para nadie- y hablar con las abejas, sus zumbidos al ritmo de estos malditos latidos siguen bombeando.

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